El bolero existe, no se ha ido. O mejor, pervive, aunque disfrazado.
Porque la industria del disco y el espectáculo “moderno” se niegan a
preservarlo como parte de la cultura popular y los compositores de hoy, a
falta de oportunidades, lo esconden bajo otros estilos musicales como
la balada y el pop para poder venderlo. Por eso los nuevos públicos no
lo conocen en su verdadera dimensión, aunque en México hay quienes
todavía luchan por él, como Rodrigo de la Cadena, un joven que
asombrosamente lo cultiva, lo interpreta y lo mantiene vivo desde que
era un niño.
Los alocados años 60
del siglo pasado sorprendieron a la juventud de nuestro país dejándose
caer entre el romanticismo del bolero y el frenesí del rock’n roll. En
medio de ambos géneros, la música tropical se posicionaba
desprendiéndose de ritmos como el danzón, el mambo y el chachachá, los
tres que, como el bolero, procedían de Cuba.
De
acuerdo con el Diccionario de Música en México (Gabriel Pareyón, 1995;
Secretaría de Cultura de Jalisco), el bolero es un baile español
acreditado, según se afirma, a Sebastián Cerezo, un famoso bailador de
Cadiz en 1780. Pero llegó a nuestro país a principios del siglo XX
directamente de la isla caribeña y se introdujo a través de dos puertas:
la península de Yucatán y el puerto de Veracruz, desde donde se
expandió rápidamente a todo el territorio nacional hasta cobrar carta de
naturalización y difundirse por el mundo.
Sin embargo, en 1944 un
trío mexicano llamado Los Panchos triunfaba en Nueva York con el
novedoso ritmo romántico que consistía en un acompañamiento de dos
guitarras acústicas, un par de maracas y un juego de voces sutiles
entonando cálidas melodías con letras de amor y desamor impregnadas de
poesía, cuyos efectos producían en el público una remoción de
sentimientos que embelesaban el corazón y erizaban la piel. Eran como
bálsamos para el alma de enamorados adoloridos, o bien, cantos de amores
victoriosos en la relación de pareja. “Tú me acostumbraste a todas esas
cosas. Y tú me enseñaste que son maravillosas”, cantaba la gran Olga
Guillot, cubana, en la década sesentera.
EL PRIMER TRÍO
EL PRIMER TRÍO
Los
Panchos estuvo integrado inicialmente por Alfredo Gil, Chucho Navarro y
el puertorriqueño Hernando Avilés, comenzando sus presentaciones en EU
entre los soldados que se alistaban para el combate durante la Segunda
Guerra Mundial. Fueron contratados por la radiodifusora estadunidense
Cadena de las Américas que los dio a conocer en toda América Latina. En
México debutaron en El Patio en 1949 y a raíz de su clamoroso éxito
tanto en el disco como en las estaciones de radio, con temas como Rayito
de Luna, Un Siglo de Ausencia y Sin un Amor, entre otros, desataron un
impresionante ”boom” de tríos con estilos y sonidos diferentes, así como
melodías que rápidamente se introdujeron en el gusto del público.
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